1- El Rapto de la Bella Durmiente
Tras cien años de sueño profundo, la Bella Durmiente abrió los ojos al recibir el beso del príncipe. Se despertó completamente desnuda y sometida en cuerpo y alma a la voluntad de su libertador, el príncipe a la Corona de un reino desconocido para ella, quien argumenta que por haberla liberado de ese sueño maldito a ella y a su reino ahora le pertenece para prestar vasallaje (En la sociedad medieval, vínculo de dependencia y fidelidad que una persona establece con su señor.) en su reino, ahora el príncipe por ser su dueño por tiempo indefinido, le ordena que de ahora en adelante toda actividad la tendrá que hacer sin prenda alguna; lo cual a la princesa le parece un castigo.
A la llegar al reino del príncipe, la princesa Bella descubre que no es la única que está siendo esclavizada, ya que observa a varios príncipes en su misma situación, desnudos, pero ella logra percatar algo peculiar en todo ello, que los demás príncipes y princesas no están sufriendo como ella, que cada momento que pasa lo disfrutan, y ella en lo único que puede pensar es de qué forma va a poder sobrevivir a tal humillación y que cosas atroces le deparan.
2- El Castigo de la Bella Durmiente
Durante todo el año, los lugareños ahorraban cuanto podían para el día en que, por unas cuantas monedas, podían adquirir un esclavo altivo, un príncipe elegido para servir, adiestrado y preparado para la corte, que entonces durante todo el verano debía de obedecer a cualquier humilde sirvienta o mozo de cuadra que pujara lo suficiente en la subasta pública. El jefe de patrulla no podía evitar anticiparse al final del verano e imaginar a estos mismos jóvenes ahora quejosos y forcejeantes, en el momento de ser devueltos, tas concienzudos castigos, con las cabezas inclinadas y las bocas calladas, en la más completa sumisión.
3- La Liberación de la Bella Durmiente
En cuanto abrí los ojos supe que nos acercábamos a tierra. Así que el viaje está llegando a su fin, pensé. Finalmente sabremos lo que nos depara esta nueva cautividad en la que estamos destinados a ser inferiores e incluso más abyectos que antes. Experimenté miedo, pero también cierto alivio. A pesar de los temores y conflictos que nos embargaban, no éramos los mismos seres ruborizados y avergonzados de otros tiempos. Nadábamos, cada uno a su propio ritmo, en la corriente turbadora del tormento erótico.
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